Es el fin del mundo y yo sentada en un café. Hay un gordo sentado a mi lado, me doy cuenta que no se entera de nada. Me gusta que pase de esta manera, lo imaginé hace unos minutos, el fin del mundo. Por fin ¡Cómo me gusta jugar con la idea de la muerte!. Lo que me recuerda al silogismo de Cayo, pero Cayo no era una mujer, Cayo no tenía una gata que no tiene un ojo, Cayo no tenía el corazón roto y el alma entristecida, Cayo no se perdió jugando bebeleche cuando tenía siete años, Cayo no lloró después de perder su virginidad, ni atropelló un vagabundo en la oscuridad con su bicicleta. La lluvia que golpea los muros del café, separandola con gran pena de mi. No hay refugio para los pies, ni refugio contra el viento, sólo aquí, conmigo y con el gordomasticachicle. Al otro lado del salón alguien traba las puertas con sillas. La puerta más cercana a mi se abre inesperadamente y un fuerte viento empuja la lluvia hacia mi, y yo no me protejo porque estoy lista. Cayo no tuvo un pollo que murió aplastado en el patio de su casa. Pero la tormenta también me abandona (y siente un vacío en el pecho, como si hubiese una aspiradora ahí dentro, escribió D. H. Lawrence). La lluvia ha cesado y el viento disminuye, aún pienso que es un buen escenario para mi muerte. Pero ¿acaso a Cayo se le humedecían los ojos cada vez que recordaba sus estúpidas y dulces fantasías?
viernes, 18 de julio de 2014
miércoles, 16 de julio de 2014
Souvenirs
La verdad es que la causa de su silencio y mal gesto son el olor del trabajo, el olor del smog que se cuela por las ventanillas, los alientos y etcéteras deambulando en el camión. Aunque sí intenta hablar. Derrotado, se pone a leer los letreros de salida de emergencia que hay en las ventanas y en su mente pronuncia las frases en portugués y en francés sólo por aburrimiento. Alguien intenta sentarse a su lado y lo molesta el tener que ir del lado de la ventana en donde decenas de personas han recargado sus sebosas cabelleras desde la primera salida, sobre todo en la primera salida. Su mal humor surge efecto y la persona sigue de largo.
-Hey, ¿por qué se te hace un nudo en la garganta cuando lloras?
-No lo sé, no lloro.
Si lloraba, a veces. Lloró cuando se murió su perra y no hay más anécdotas de su llanto, pero si lloraba. Lo del nudo en la garganta lo sabía perfectamente pero la pregunta de ella le pareció romántica, la garganta se abre para permitir que los pulmones obtengan más aire y esto implica la ampliación de la glotis que a la hora de tragar se dificulta ya que este tiene que cerrarse para que no te ahogues, tenía la explicación y podría decirle que no había suficiente espacio para que tragara saliva y tomara el aire necesario para sus lloriqueos pero, la quería y no era esa la explicación que buscaba, aunque no hubiera respuesta romántica para eso.
Hoy ella se quedo llorando en el rincón, la sábana cubría la mitad de su cuerpo y se negaba a dar la cara, sólo se oía su moqueo. Sentado en el camión se preguntó si ella estaría pensando como él en esa tontería del nudo en la garganta. Quería darle la explicación escueta en la que había pensado el otro día, también quiso acercarse y hacerla hablar, contentarla, hacerla feliz, contarle lo del nudo, tal vez decirle que ya dejara de llorar y que él le contaría que también lloraba y no sólo esa vez de su perra que ella ya sabía. Ojalá ella hubiera sabido esto en el camino así no se habría bajado sin despedirse, pero es ese olor, a cigarro impregnado en la ropa y los cabellos.
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