Las instructoras de yoga dicen que lo bueno es despertar poco a poco, tener una alarma suave, que antes de abrir los ojos reconozcas tus manos, tus dedos, tus pantorrillas; estires los dedos de los pies, el más chiquito lo más, estirar hasta alcanzar la ventana y abrirla y sólo después abres los ojos, estirarte si es posible, apaga la alarma de campanillas celestiales. Tú no necesitas campanas ni música suave para despertar lentamente. Tú necesitas metal, una cachetada, que te quiten las cobijas, que te baje los calzones; otra cachetada. Tú eres, como se tituló el Vigía de Michoacán hoy, de sueño eterno, tú eres un auto volcado en llamas y un brazo desprendido y chamuscado en la carretera. Yo me levanto, ¿Cómo? de "putazo". A mi las alarmas estruendosas de bipbipbips monótonos me despiertan igual que la más amable de las alarmas, que cualquier melodía de Reiki con cantos de ballenas y viento que desprende hojas y perturba carillones de viento a su paso, que cualquiera de tus canciones rancheras que cualquiera de tus pianos. A mi todas las alarmas me asustan y abro mis ojos muy grande antes de sentir mis costillas derechas, mi cuero cabelludo, antes de sentirte a ti a mi lado, a mi me gusta despertarme como si la alarma de combate estuviera sonando, estado de alarma con un sobresalto, el aviso al fuego, la agitación pública, la amenaza de un nuevo día hace cundir mi alarma y me preparo inmediatamente para la defensa y miro el reloj y a veces jamás se activó, sólo en mi cabeza, sólo en un sueño de pánico y creo que también por eso me da miedo ir a dormir y tengo que llamarte para que duermas conmigo "no me tienes que tocar, sólo quedarte hasta que pase el miedo" ¿Y luego? Luego todo bien. Yo bailo ante la posibilidad del desastre y canto también y te beso, te beso aunque los monstruos de la noche hayan ensuciado nuestras bocas que habíamos limpiado antes de ir a la cama y tú te resistes por vergüenza y porque sigues dormido pero no sabes que a mi me gusta tu mal aliento y el olor de tus axilas porque es parte de la batalla.
Extraño ese tipo de batallas, el pánico al despertar y recordar que alguien me quiere asaltar en un puente peatonal y yo no consigo bajar las escaleras porque se repiten eternamente y te veo abajo en la acera y te grito y vuelvo a gritar tu nombre, sigo corriendo sin atreverme a entrar en el túnel de piedra subiendo y bajando rampas de cemento, me canso, me duelen las piernas de tanto pasear al perro, de tanto querer ser, y mi voz es muy débil de tanto fumar anoche, creo que por eso no me escuchas. Él viene detrás con su cabeza grande, con su cabeza rizada. ¿Cómo haces ahora para despertar? ¿Con tu alarma de radio? ¿Con un locutor contándote cómo el álbum Please, please me llegó a Estados Unidos hasta 1965 con el irónico nombre de The early Beatles? Quizá queriendo que please, please you. ¿Cómo haces para enfrentar el día sin mi típico pánico matinal que baila y canta y te quita las cobijas para que sientas el frío en los huesos para que tomes posición de combate como Corea del Norte con sus misiles y unidades de artillería con el punto de mira en Estados Unidos? En constante estado de tensión. Creo que te masturbas. Creo que te despiertas poco a poco como dicen las instructoras de yoga que es lo bueno y sientes tu dedo indice y las palmas de tus pies.
El Vigía, Yo me desperté y me desvelé mucho en él
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