martes, 24 de septiembre de 2013

Tender is


Her breasts crushed flat against him, her mouth was all new and warm, owned in common. They stopped thinking with an almost painful relief, stopped seeing; they only breathed and sought each other. They were both in the gray gentle world of a mild hangover of fatigue when the nerves relax in bunches like piano strings, and crackle suddenly like wicker chairs. Nerves so raw and tender must surely join other nerves, lips to lips, breast to breast . . . .
They were still in the happier stage of love. They were full of brave illusions about each other, tremendous illusions, so that the communion of self with self seemed to be on a plane where no other human relations mattered. They both seemed to have arrived there with an extraordinary innocence as though a series of pure accidents had driven them together, so many accidents that at last they were forced to conclude that they were for each other. They had arrived with clean hands, or so it seemed, after no traffic with the merely curious and clandestine.

miércoles, 14 de agosto de 2013

Bodegones



El día va sin mucha diferencia a los que ya pasaron y a los otros. La pantalla en la pared se turna entre la hora, la fecha y el clima. Mi madre pinta un bodegón de limones que parecen naranjas en la otra habitación, ya lo he pensado y fui y le dije  “Mamá, en verdad que eres muy mala y si no puedes distinguir entre limones y naranjas sería mejor que te des por vencida”. Se giró a verme y por un momento sus ojos muy abiertos parecían mirar los gusanos de mi cerebro, luego la mano que sostenía el pincel se abalanzó con destreza hacia mí lanzando pequeños proyectiles de pintura verde que aterrizan unos en el suelo y otros en mis párpados y mejillas, el pincel se azota en mi cara y una diagonal verde me atraviesa de la oreja a la boca, bellísimo ¡lo mejor que has pintado!. No digo nada porque lanzar cachetadas ninja se ha vuelto la nueva costumbre de mamá, eso y los intentos de limones por toda la casa. A mi se me ha vuelto costumbre ver mucha tele y odiar a mi hermano, me es difícil entender que todos piensen tan bien de él. Hoy que es un día igual a cualquier otro decido que es hora de irse. La pantalla de la pared dice 32ºC y hace mucho calor, pero estoy segura que a quinientos kilómetros de aquí llueve, puedo oler los cerros mojándose, la carretera que los abraza se está moteando, las montañas son más verdes y llenas de nubes cuesta arriba y yo veo a mi lado derecho un lago y luego ese lago se cubre de naturaleza acuosa y verde, se cubre de pasto largo y sé que debajo hay patos, asnos, vacas; voy a ponerme a contar los autos blancos como el de papá para no aburrirme y espero que en ninguno venga él, si lo veo pasar me esconderé tras el pasto y lo saludaré pero él nunca sabrá que sí me despedí.
Mi cuarto tiene un tragaluz justo encima del mueble en el que mi mamá ha dispuesto y enfilado todas mis muñecas, todas ellas sentadas, estáticas, sonrientes con sus brazos incondicionalmente doblados. Todas me miran porque yo soy su Dios y ellas mis fieles feligreses que aguardarán por mi hasta el día en que decida regresar; están iluminadas con la luz que cae del cristal, triangular y difusa y parecen ángeles malditos más que mi rebaño. No me llevaré ninguna.
No tengo una maleta, no tengo la mayoría de edad o algo así. Tomo una funda de almohada porque eso sí que tengo dos. Desnudo la almohada y pienso en lo fea que es en verdad y guardo un montón de blusas, cuatro calzones (eso es importante) unos calcetines, un par de pantalones y un estuche de Polly Pocket que me gusta mucho; cruzo la sala en donde mi hermano llora en su corral como corderito huérfano, de la cocina cojo un cuchillo (he visto en la televisión hacer esto) quiero coger una mandarina pero las mandarinas están podridas como los limones de mi mamá. Salir silenciosamente de casa es fácil y una vez en la banqueta la funda de la almohada en mi espalda me da gran sensación de poder, ¡estoy feliz! Camino durante horas hasta que llego a la esquina, vuelta a la izquierda hacia la gran avenida, mi madre debe estar preocupadísima en estos momentos, así que sigo caminando excepto que al llegar al Colegio Simón Bolivar ya no sé qué hacer.

Mi papá está en casa lavando su auto cuando regreso y me saluda contento pero sin dejar de ver la franela que acaricia el auto blanco, no nota mi maleta de fugitiva. Dejo resignada el cuchillo en la cocina y mi hermano ya no está en el corral, debe estar dormido. No encuentro a mamá por ningún lado, entro en mi cuarto suelto mi funda en el suelo, me aviento desolada a mi cama y todas me miran.

miércoles, 27 de marzo de 2013

Pánicq



Las instructoras de yoga dicen que lo bueno es despertar poco a poco, tener una alarma suave, que antes de abrir los ojos reconozcas tus manos, tus dedos, tus pantorrillas; estires los dedos de los pies, el más chiquito lo más, estirar hasta alcanzar la ventana y abrirla y sólo después abres los ojos, estirarte si es posible, apaga la alarma de campanillas celestiales. Tú no necesitas campanas ni música suave para despertar lentamente. Tú necesitas metal, una cachetada, que te quiten las cobijas, que te baje los calzones; otra cachetada. Tú eres, como se tituló el Vigía de Michoacán hoy, de sueño eterno, tú eres un auto volcado en llamas y un brazo desprendido y chamuscado en la carretera. Yo me levanto, ¿Cómo? de "putazo". A mi las alarmas estruendosas de bipbipbips monótonos me despiertan igual que la más amable de las alarmas, que cualquier melodía de Reiki con cantos de ballenas y viento que desprende hojas y perturba carillones de viento a su paso, que cualquiera de tus canciones rancheras que cualquiera de tus pianos. A mi todas las alarmas me asustan y abro mis ojos muy grande antes de sentir mis costillas derechas, mi cuero cabelludo, antes de sentirte a ti a mi lado, a mi me gusta despertarme como si la alarma de combate estuviera sonando, estado de alarma con un sobresalto, el aviso al fuego, la agitación pública, la amenaza de un nuevo día hace cundir mi alarma y me preparo inmediatamente para la defensa y miro el reloj y a veces jamás se activó, sólo en mi cabeza, sólo en un sueño de pánico y creo que también por eso me da miedo ir a dormir y tengo que llamarte para que duermas conmigo "no me tienes que tocar, sólo quedarte hasta que pase el miedo" ¿Y luego? Luego todo bien. Yo bailo ante la posibilidad del desastre y canto también y te beso, te beso aunque los monstruos de la noche  hayan ensuciado nuestras bocas que habíamos limpiado antes de ir a la cama y tú te resistes por vergüenza y porque sigues dormido pero no sabes que a mi me gusta tu mal aliento y el olor de tus axilas porque es parte de la batalla. 
Extraño ese tipo de batallas, el pánico al despertar y recordar que alguien me quiere asaltar en un puente peatonal y yo no consigo bajar las escaleras porque se repiten eternamente y te veo abajo en la acera y te grito y vuelvo a gritar tu nombre, sigo corriendo sin atreverme a entrar en el túnel de piedra subiendo y bajando rampas de cemento, me canso, me duelen las piernas de tanto pasear al perro, de tanto querer ser, y mi voz es muy débil de tanto fumar anoche, creo que por eso no me escuchas. Él viene detrás con su cabeza grande, con su cabeza rizada.  ¿Cómo haces ahora para despertar? ¿Con tu alarma de radio? ¿Con un locutor contándote cómo el álbum Please, please me llegó a Estados Unidos hasta 1965 con el irónico nombre de The early Beatles? Quizá queriendo que please, please you. ¿Cómo haces para enfrentar el día sin mi típico pánico matinal que baila y canta y te quita las cobijas para que sientas el frío en los huesos para que tomes posición de combate como Corea del Norte con sus misiles y unidades de artillería con el punto de mira en Estados Unidos? En constante estado de tensión. Creo que te masturbas. Creo que te despiertas poco a poco como dicen las instructoras de yoga que es lo bueno y sientes tu dedo indice y las palmas de tus pies.